F.J.Klàver nació en Donostia-San Sebastián en 1967, pasó parte de su niñez corriendo por sus calles, pasando la transición de forma transitoria entre su ciudad y Extremadura. A principios de los noventa se muda por cuestiones laborales a Madrid y pasa también temporadas en Barcelona. Finalmente, regresa a su tierra, y dos décadas después le da por escribir.
Su primera novela, Balada Triste de Amara Park, nos lleva al alucinante mundo de los niños, sus experiencias, sus recuerdos, todo ello sumergido en un ambiente de misterio y fascinación por un incidente que tiene loco a medio mundo.
Ahora, con Balada Lúgubre de Easo Square, toca remangarse e introducirse en un enorme barrizal para poder desentrañar la VERDAD así con mayúsculas, saber hasta qué punto los personajes de la obra son capaces de llegar a ella con tal de averiguarla.

Ante todo gracias a vosotros, es fundamental en esta primera etapa como escritor tener la suerte de contar con medios como el vuestro que pone el foco en nuestra obra.

Como bien sabes apenas puedo avanzar nada de la trama de mis novelas, pues parte de la misma se la va encontrando el lector a través de la lectura. Las presentaciones que hago de las mismas tienen que ser muy calculadas, y no destripar el contenido para no cargarme alguna de las partes de la misma. Es una dificultad añadida que me autoimpongo, ya que para mí sería mucho más fácil explicar que en la novela pasa esto y estos tipos se encargan de investigarlo, pues no, no me puedo tomar ni esa licencia.

Como concepto, en mi ópera prima Balada Triste de Amara Park va de la importancia que tiene la trascendencia para una persona al borde de la muerte que quiere dejar como legado para sus hijos y su ciudad a partir de un caso que conmovió al mundo hace más de veinte años.

En esta segunda novela, Balada Lúgubre de Easo Square, el concepto cambia, aquí el hijo del protagonista de la primera novela busca la verdad a pesar de los problemas que le suponen en todos los aspectos de su vida. Algo que le inculcó su progenitor, ya fallecido y que se le aparece recurrentemente en los sueños.

¿Hasta qué punto una persona que sospecha algo es capaz de involucrarse a sabiendas de que no sabe cómo va a terminar la historia? Puede ser un gran éxito o un fracaso de considerables dimensiones.

En mi época de estudiante tuve la osadía de escribir alguna obra de teatro.

La motivación de Balada Triste de Amara Park fue distinta, ahí la historia me apareció de un chispazo y gracias a la editorial BoD fui capaz de llevarla a la práctica, digamos que la satisfacción fue personal. En esta segunda, el chispazo ha sido  similar, si bien tengo ya un grupo fiel de lectores, que a través de charlas, cartas o conversaciones me han empujado a que continúe, les interesa mi historia y eso es una responsabilidad añadida muy grande. 

Un pensamiento que he tenido muy presente a lo largo de toda la historia. No sé si os habrá pasado alguna vez al estar sentados en un vagón de metro, en un autobús o en cualquier otro sitio es mirar al grupo de gente que tienes en ese espacio y  preguntarte tras observar a los individuos, quién será cada uno, qué vida lleva y qué secretos guardan detrás de sus apariencias.

Al final todos hacemos cosas buenas y cosas malas en la vida, al final nuestros caminos se juntan en un espacio tan pequeño, tengo la sensación de que hay gente buena que por situaciones en la vida hacen cosas malas, y por el contrario, hay gente mala por naturaleza, que de vez en cuando obran bien. ¿Cómo poder separar el trigo de la paja? De eso va Balada Lúgubre de Easo Square.

Sí. Esta novela está ideada para leerla de forma independiente de la anterior, es decir, alguien que la adquiera puede partir de cero sin perderse nada, pero por el contrario, existen tres personajes fundamentales que vienen de la primera, de ahí que pueda resultar un añadido de emoción para mis lectores más fieles.

En mi época de estudiante tuve la osadía de escribir alguna obra de teatro, al igual que algunas historias de miedo, incluso toqué el relato erótico, un batiburrillo de géneros que dejé aparcado veinte años para ubicarme en este género concreto del thriller psicológico.

La posibilidad de compartir con mi gente (y entiéndase en el sentido más amplio de la palabra) una serie de historias que fluyen en mi cabeza, pero lo importante es no engañarse, lo realmente atractivo son los personajes que fluyen con sus vidas y sus reflexiones que hacen pensar al lector, que se enfrenta en primera persona con esas mismas preguntas todos los días.

No sé si os habrá pasado alguna vez al estar sentados en un vagón de metro, en un autobús o en cualquier otro sitio es mirar al grupo de gente que tienes en ese espacio y  preguntarte tras observar a los individuos, quién será cada uno, qué vida lleva y qué secretos guardan detrás de sus apariencias.

No me cabe duda. Al final el escritor no es más que el vehículo que utiliza su mente para contar una historia, en la cual, sus vivencias, su educación y sus emociones influyen de forma decisiva en la trama de los libros.

Entre otras cosas tengo que contar que durante más de veinte años fui miembro del Círculo de Lectores, aún recuerdo la cantidad de pedidos que hacía cada dos meses y el monumental atasco de obras que tenía que leer. Sería imposible dilucidar qué autor me llegó a influir de forma decisiva. Me gustan los clásicos como Pío Baroja (también de mi tierra) esa capacidad tierna y nostálgica de contar las cosas de la vida, pero además, también reconozco influencia en media docena de escritores americanos e ingleses quienes añaden  fluidez y la necesidad de enganchar al lector desde el principio con argumentos que van solapados unos con otros para dar mayor dinamismo a la obra.

Me gustan los personajes que rompen los moldes, que puedes disfrutar de ellos  aún siendo absolutamente contrarios a tu forma de pensar y de vivir. Me gustaría estar a primera hora de la mañana descansando a la sombra de un manzano viendo pasar un barco por el Misisipi con Tom Sawyer, salir a la hora de comer con Don Quijote para ver si le pico y se pelea con unos molinos que hay en medio del camino. Encontrarme con el Bravo Soldado Svejk a la tarde en un tren y ver cómo convencemos al revisor que no llevamos billete por alguna extraña razón, y luego por la noche tomar unas cañas con el gran Charles Bukowski (obviamente las tendría que pagar yo) para que me cuente la cantidad de dinero que ha perdido esa tarde en las carreras de caballos.

Holden Caulfield sin lugar a dudas. El nombre así seguro que a poca gente le suena, si le digo que es el protagonista del Guardián entre el centeno, un adolescente de dieciséis años recién expulsado de su instituto, con sus problemas  vitales, su tono insolente y su forma de ver la vida. Tiene algo de mágico volver la vista atrás y reconocernos a nosotros mismos con esa edad tan complicada, cuando todo era tremendo y a pesar de ello si nos pusiera el maldito Satanás un contrato para rubricar y mandarnos al pasado lo firmaría sin pestañear. 

El escritor no es más que el vehículo que utiliza su mente para contar una historia.

Que haya silencio, cero ruidos alrededor.

Por la noche, cuando el día se apaga y los problemas de la jornada van quedándose atrás, como decía Ricardo Churruca: (uno de mis personajes) Adelante hijo, mira siempre adelante, no dejes que los fantasmas del pasado te atrapen y te devoren con su presencia.

Estoy en una encrucijada. Tengo dos ideas básicas que pulir, pero me falta el “alma” el hilo conductor que me lleve a una nueva historia.

Seguramente los lectores de esta segunda novela condicionarán mucho con sus críticas, pero al igual que en las otras dos debe producirse en mi mente un chispazo, un click que me impulse a sentarme enfrente de mi portátil y comience a escribir: Mi nombre es…