En esta época del año es inevitable leer y releer el El clásico navideño de Dickens, Cuento de Navidad. Una historia de fantasmas. Es un clásico de la literatura adaptado infinidad de veces a todos los medios imaginables, incluido el cómic.

Cuento de Navidad ha pasado a la historia como el compendio del estilo dickensiano, marcado por el realismo, la recreación de los sentimientos y el hálito poético que embellece sus descripciones. Estamos ante un conocidísimo cuento cuya estructura se ha convertido ya en un arquetipo, ante un estremecedor relato en el que se combinan con singular acierto el realismo con elementos de la novela gótica (el misterio, el horror, el milagro) y una sensibilidad literaria inigualable.

La sola mención del avaro míster Scrooge y de los sucesivos fantasmas que le visitan evoca en todo lector un ambiente acogedor e inolvidable.

Scrooge es un hombre mezquino, malhumorado y despreciable que trata todas las personas con un desdén insoportable. Es un viejo que, siendo extraordinariamente rico, nunca tiene suficiente  riqueza. Siempre quiere más y más. Y basa su negocio en exprimir los ciudadanos más pobres de la ciudad que le deben dinero, dejándolos en la calle si es necesario con el fin de recuperar el dinero prestado.

Pero ni con toda la fortuna del mundo, Scrooge sería feliz. Es un hombre que no tiene nadie que le quiera porque, con los años, se ha vuelto un hombre difícil, odioso, frustrado y solitario, que casi nadie quiere tener al lado.

Sólo un hecho extraordinario haría que se diera cuenta de lo muy equivocado que está. Y esto es precisamente lo que ocurre: los Espíritus de las Navidades pasadas, presentes y futuras visitan Scrooge y le ponen ante los ojos las realidades de su vida penosa.

El hombre ve con visiones nítidas como la realidad todas las veces que se ha equivocado y el mal que ha hecho a las personas que lo han querido.

Estas visiones hacen reflexionar el viejo avaro, que termina aceptando la cruda verdad: la obsesión por el dinero vuelve a las personas en seres egoístas e intratables, en déspotas incapaces de entender el dolor ajeno.

Pero gracias a la visita de los espíritus, el protagonista del Cuento de Navidad evoluciona y aprende que, aunque el dinero es importante y necesarios para vivir, también pueden convertirse en un problema si las personas no saben darles un lugar equilibrado en sus vidas.