La elegancia quiso cuerpo y vida, por eso se transformó en gato.
¿Qué tendrán los gatos que levantan pasiones allí por donde pasan? El gato, ese tigre en miniatura, arrogante y con carácter, que nos saca de quicio a la par que nos roba una sonrisa, es una tranquila, silenciosa y agradable compañía
La relación de estos enigmáticos animales con los creadores de diferentes disciplinas es bien conocida. Los gatos han sido fuente de inspiración para artistas en todo el mundo y a lo largo de la historia, y así podemos encontrar canciones, poemas, piezas de teatro, películas, series y como no, libros sobre gatos. Escritores como H.G. Wells, Charlotte y Emily Brontë, Alejandro Dumas, Charles Dickens, Mark Twain, Lord Byron, Victor Hugo, F. Scott Fitzgerald, Theóphile Gautier y Walter Scott, entre otros, tuvieron uno o varios gatos que les acompañaron en sus peripecias vitales y les sirvieron de inspiración para escribir. Sirva como ejemplo la gata Catarina, El gato negro de Edgar Allan Poe, uno de los grandes libros sobre gatos.
Escritores y gatos caminan de la mano y se profesan la misma admiración. aquí una breve antología para los amantes de los felinos.
Oda al gato, Pablo Neruda
Los animales fueron imperfectos, largos de cola, tristes de cabeza. Poco a poco se fueron componiendo, haciéndose paisaje, adquiriendo lunares, gracia, vuelo. El gato, sólo el gato apareció completo y orgulloso: nació completamente terminado, camina solo y sabe lo que quiere. El hombre quiere ser pescado y pájaro, la serpiente quisiera tener alas, el perro es un león desorientado, el ingeniero quiere ser poeta, la mosca estudia para golondrina, el poeta trata de imitar la mosca, pero el gato quiere ser sólo gato y todo gato es gato desde bigote a cola, desde presentimiento a rata viva, desde la noche hasta sus ojos de oro. No hay unidad como él, no tienen la luna ni la flor tal contextura: es una sola cosa como el sol o el topacio, y la elástica línea en su contorno firme y sutil es como la línea de la proa de una nave. Sus ojos amarillos dejaron una sola ranura para echar las monedas de la noche. Oh pequeño emperador sin orbe, conquistador sin patria, mínimo tigre de salón, nupcial sultán del cielo de las tejas eróticas, el viento del amor en la intemperie reclamas cuando pasas y posas cuatro pies delicados en el suelo, oliendo, desconfiando de todo lo terrestre, porque todo es inmundo para el inmaculado pie del gato. Oh fiera independiente de la casa, arrogante vestigio de la noche, perezoso, gimnástico y ajeno, profundísimo gato, policía secreta de las habitaciones, insignia de un desaparecido terciopelo, seguramente no hay enigma en tu manera, tal vez no eres misterio, todo el mundo te sabe y perteneces al habitante menos misterioso, tal vez todos lo creen, todos se creen dueños, propietarios, tíos de gatos, compañeros, colegas, discípulos o amigos de su gato. Yo no. Yo no suscribo. Yo no conozco al gato. Todo lo sé, la vida y su archipiélago, el mar y la ciudad incalculable, la botánica, el gineceo con sus extravíos, el por y el menos de la matemática, los embudos volcánicos del mundo, la cáscara irreal del cocodrilo, la bondad ignorada del bombero, el atavismo azul del sacerdote, pero no puedo descifrar un gato. Mi razón resbaló en su indiferencia, sus ojos tienen números de oro.
A un gato, Jorge Luis Borges
A un gato Jorge Luis Borges No son más silenciosos los espejos ni más furtiva el alba aventurera; eres, bajo la luna, esa pantera que nos es dado divisar de lejos. Por obra indescifrable de un decreto divino, te buscamos vanamente; más remoto que el Ganges y el poniente, tuya es la soledad, tuyo el secreto. Tu lomo condesciende a la morosa caricia de mi mano. Has admitido, desde esa eternidad que ya es olvido, el amor de la mano recelosa. En otro tiempo estás. Eres el dueño de un ámbito cerrado como un sueño.
Solo gatos, Rafael Alcides Pérez
Este gato está pidiendo amor. Maullando llega, levanta la cola, se arquea como un joven guerrero, se aplana contra el piso, se tiende boca arriba con la sinceridad de quien ya ha perdido la vergüenza, da vueltas, no deja de maullar y se va, por fin se va sin que le hagan caso. Yo también maullé a lo largo de mi vida, señor gato. Yo también levanté la cola; yo también me contorsioné como un acróbata en su noche de debut; yo también me aplané contra el piso hasta ser una alfombra volando en los cielos de Simbad. Yo también, fui payaso, telépata, electricista, príncipe desterrado que arregla cocinas a domicilio para olvidar, y al cabo yo también me marché sin que me hicieran caso. Es el destino de esta ciudad. Acostúmbrese. (Está escrito.) En overol de herrero o con fanfarrias de monarca, por los siglos de los siglos pasarán los moradores de este lugar maullando igual que usted.