Y me callé cuando realmente gritar era la urgencia... Y me bebí los miedos y me salté la calma; y comencé a morder mariposas cansadas. ¿Quién puede amarrar la tempestad? ¿Quién exprimir la nube de la desesperanza? Y volverse al espejo y apabullar al alma, y cabalgar la furia hasta desarroparla. ¿Quién puede gritarle a una mariposa que se apaga? Que duele sin mi permiso, e insiste en morirse lento sin emitir palabras, que se cansa y se aleja... en un silencio agudo que desgarra. Anniabetsy Santos Betancourt