La vocación es una sensación latente. Se oye como la respiración misma. Soy argentina, cantante y autora. Emigré a España en 2002 a raíz de la crisis del corralito.
De aquel barrio de mis orígenes, una zona periférica con pocas calles pavimentadas y muchas familias viviendo en la absoluta precariedad, he palpado la pobreza muy de cerca. Cada tanto un diluvio arrasaba las casas de chapa y madera, dejando a las familias solo con lo puesto y “a la buena de Dios”. Los vecinos nos poníamos manos a la obra para organizar la recogida de ropa y comida sin recursos materiales y sin organismos e instituciones políticas para dar ninguna solución.
La música fue mi vocación desde muy pequeña. Participé en eventos escolares, religiosos y en los típicos campamentos con aquella barriada de pibes en los ’80. Muchos años después, y bajo otras circunstancias, mi guitarra viajó conmigo a España abriéndome camino en el circuito cultural de Valencia.
En estos últimos 20 años, he vivido momentos muy difíciles y pérdidas familiares que me inspiraron a retomar aquel impulso, aquella ilusión de hacer algo trascendente.
A principios de 2017 vi el cartel de la Fundación Músicos por la Salud en el Hospital Dr. Peset. Había ido para repetir un control médico y la vida me puso la oportunidad frente a mis ojos. Desde ese momento comencé a transitar otros derroteros, lejos de los escenarios y espacios conocidos.
Conocí a pacientes de UCI y reanimación, hemodiálisis, maternidad, rehabilitación, hematología, psiquiatría de adultos y juvenil, oncología, pacientes con trastornos de alimentación.
He visto el dolor en la mirada de cientos de personas, he palpado la desolación frente a los diagnósticos. He tenido que sobreponerme al sufrimiento ante lo inevitable y ofrecer un momento de sosiego a través de mis canciones.
Boleros, tangos, valses, clásicos de cantautores, algo de rock para los veteranos y pop para los más jóvenes son un cóctel infalible de energía en esta profesión. Algo que sería valorado por los pacientes y también por el personal sanitario y directivo de los hospitales públicos de Valencia.
El doctor Catalán, especialista en Neumología, me consultó a la semana siguiente de una de mis sesiones en la UCI del Hospital Arnau de Vilanova, qué había sucedido para conseguir que los pacientes mejorasen notablemente y que respondieran con éxito a los tratamientos.
“Cantar para los pacientes no es simplemente interpretar. Este trabajo necesita que nos involucremos con cada persona, los escuchemos y motivemos. La música nos permite generar una pausa, un paréntesis a través de un amplio repertorio de canciones. Cuando logramos la conexión, olvidamos las resistencias. La música y la empatía son el mejor equipo”, contesté.
He colaborado con diversos Centros sociosanitarios para personas con discapacidad física y mental, niños y adultos con parálisis cerebral, residencias para mayores y con otros organismos de ayuda humanitaria como CEAR, Cruz Roja, Asociación Española de Lucha contra el cáncer, Casa de la Caridad, Asociación Natania, Asociación TDAH + 16, Asociación de Padres de personas con autismo APNAV y la Fundación Vicente Ferrer.
Los beneficios que ofrece la aplicación de la música en la salud son incalculables. A todas las edades y frente a cualquier pronóstico, la música es capaz de todo.
Lo sé por experiencia propia: por haber estado frente a pacientes que han movido, aunque sea, el pie o un dedo de la mano para seguir el ritmo de una canción. Por recordar un tango de Gardel con abuelos que padecen Alzheimer y demencia en estado avanzado, o por estar frente a niños con parálisis cerebral abriendo sus manitos para tocar las cuerdas de mi guitarra.
He visto animarse a caminar a pacientes de rehabilitación, he recibido la gratitud de una esposa que despedía a su marido con una de mis canciones.
Tengo infinidad de anécdotas maravillosas que me hicieron ver la vida desde otro punto de vista y que, además, me inspiraron a escribir las canciones de mi disco “La vida para cantar”.
Como decía al comienzo, la vocación es insistente, golpea la puerta del corazón y batalla duro hasta que decidimos dar el paso sin importar el momento ni el lugar en el mundo.