
Recientemente ha publicado Los ecos del ayer. Una novela que tiene un poco de todo: drama, misterio esotérico, un humor algo negro, historia de amor (en realidad, más de una). Narra cómo eran las relaciones de poder en el campo manchego durante los últimos años del franquismo
Hola Carmen, bienvenida a nuestra revista. Antes de comenzar te queremos agradecerte que nos conceda esta entrevista.
Carmen para empezar la entrevista ¿qué nos puedes decir sobre ti?
Antes que nada, gracias a vosotros. Es un verdadero placer responder a vuestras preguntas.
La verdad es que nunca me ha resultado fácil hablar sobre mí. Pero, vamos allá: Soy hija de emigrantes, ya que mis padres fueron a trabajar a Alemania a principios de los años sesenta del siglo pasado. Eso hace que en mi personalidad se mezclen dos culturas bastante diferentes (antes más que ahora). Cuando era adolescente, me mortificaba la sensación de no pertenecer a ninguna parte; ahora considero que la mezcla de culturas y lenguas enriquece y he aceptado ese mestizaje.
También ha influido en mi personalidad el hecho de ser hija única, sobre todo tras nuestro regreso a España, cuando yo tenía dieciséis años, pues en los setenta no abundaban los hijos únicos en nuestro país e incluso había quien me consideraba un bicho raro por no tener hermanos.
Siempre me ha apasionado leer. De pequeña escribía cuentos que encuadernaba yo misma como buenamente podía. Como soy una sentimental, aún los guardo en casa.
Y ¿nos podrías decir tres palabras que te definan?
Tenaz, disciplinada, cinéfila

¿Recientemente has publicado Los ecos del ayer ¿que nos puedes contar del libro? ¿Qué te llevo a escribirlo?
Es una novela que tiene un poco de todo: drama, misterio esotérico y un humor algo negro a ratos. También hay, como en todas mis novelas, una historia de amor (en realidad, más de una) y se narra cómo eran las relaciones de poder en el campo manchego durante los últimos años del franquismo (muy parecidas a las que tan maravillosamente narra Delibes en Los santos inocentes).
Comienza en la Nochebuena de 1970. La familia de un anciano, antaño el cacique más poderoso del lugar, se reúne en una casona solariega para celebrar las fiestas. Durante la cena, el anciano se atraganta con un resto minúsculo de la cáscara de un langostino y muere. En el pueblo surge el rumor de que alguien ha echado mal de ojo a la familia y que ningún miembro se salvará. A partir de entonces, sabremos qué ha sido de sus descendientes; si la historia del mal de ojo es real o si se trata solo de una superstición rural. Y todo esto con el hilo conductor de la canción de Sidney Bechet Pequeña Flor, que está presente siempre que ocurre algo en la novela.
Lo que me llevó a escribir este libro fueron las historias que nos contaba mi suegra sobre su infancia y juventud en el campo manchego y los recuerdos de infancia de mi marido. En realidad, iba destinada a ser un relato navideño mordaz y malvado, pero cuando terminé, sentí la necesidad de saber qué había sido de los descendientes del anciano atragantado y seguí con la historia.
«Siempre me ha apasionado leer. De pequeña escribía cuentos que encuadernaba yo misma como buenamente podía»
Nuestra revista es literaria, así que nos es obligado preguntarte ¿cuál fue el primer libro que leíste?
La verdad es que no me acuerdo del título. De niña, cuando vivíamos en Alemania, logré que mis padres, a base de darles la paliza, me compraran un libro infantil en una tienda, a la que entramos los tres porque ellos necesitaban comprar algo. No recuerdo qué buscaban, solo que regresé a casa con un botín inesperado que cambió mi vida.
¿Y qué te impacto?
La lectura de aquella historia acompañada de ilustraciones fue como asomarme por una ventana a otro mundo más colorido y luminoso. Como si hubiera abierto esa puerta secreta oculta en un armario que conduce a Narnia. A partir de ese librito, me convertí en una lectora voraz.
¿Qué son para ti los libros?
Solaz en horas bajas. Una fuente de conocimientos. Estímulo para pensar y sentir. A veces, me conmueve lo que les ocurre a los personajes y vierto alguna lagrimita (a escondidas; no me gusta que me vean llorar).
¿Nos podrías decir tu escritor o escritores favoritos?

Admiro profundamente a los novelistas del siglo XIX, con Dickens y Pérez Galdós a la cabeza. Mención especial merecen para mí Charlotte Brontë y, ya en el siglo XX, Paul Auster,
¿Qué personaje de un libro te hubiera gustado conocer?
Jane Eyre es un personaje que me encanta. Bajo su aparente docilidad, es rebelde y testaruda. Sabe lo que quiere y lo que no. Incluso es capaz de hacer frente y “domesticar” al arisco y atormentado señor Rochester, al que temen todos menos ella.
Me encantaría sacar a Jane del libro y sentarme a charlar con ella ante una taza de té… y eso que odio cualquier tipo de infusión. Pero, si fuera posible conocer a Jane Eyre, haría una excepción y me atiborraría de té.
¿Y personaje histórico?
Cleopatra: reinó en un mundo hostil para las mujeres y, utilizando su inteligencia y su poder de seducción, postró a sus pies a dos de los hombres más importantes de la época: Julio César y Marco Antonio. Incluso en la derrota tuvo dignidad y con su suicidio privó a su enemigo Octavio del placer de humillarla en público.
¿Tienes alguna manía a la hora de escribir?
La verdad es que no sigo ningún ritual especial a la hora de escribir. No tengo tazas exclusivas, ni estilográficas de diseño, ni empiezo novela en una fecha determinada. Lo único que destacaría es que no me gusta hablar sobre la historia que estoy desarrollando hasta que no está terminada. El único que sabe desde el principio lo que me traigo entre manos es mi marido. Siempre digo que es mi lector cero y primer sufridor literario.
¿Y tu sitio y momento preferido para leer?
Me gusta mucho leer en mi sillón (digo “mi sillón” porque ya lo he hecho mío), que está colocado delante de la chimenea, cosa que, en invierno, con el fuego bailoteando detrás del cristal, es una gozada. Aunque también se está muy bien en ese rincón con la chimenea apagada. En cuanto al momento preferido, cuando más me gusta leer es por la tarde. Por la mañana, escribo. Pero soy capaz de sumergirme en un libro en cualquier sitio como salas de espera, trenes, bares…
«La cultura es imprescindible porque nos hace pensar y nos abre la mente, aparte del placer que supone leer un libro, escuchar música o ver una película, por poner ejemplos de lo que me aporta a mí»
¿Y para escribir?
En el piso de Zaragoza tengo mi estudio lleno de libros, apuntes y cuadernos, más un escritorio y la mesita de ordenador donde trabajo. En el pueblo me acondicioné uno de los dormitorios como salita.estudio, pero al final he acabado montando mi “chiringuito literario” en un rincón de la cocina, donde puedo ver la sierra de Algairén a través de la ventana y estar pendiente, mientras tecleo, de cómo mis guisos hacen “chup-chup” sobre la vitro. Desde la salita-estudio no se puede hacer eso, ya que está en otro piso.

Carmen ¿cómo definiría la cultura?
Es imprescindible porque nos hace pensar y nos abre la mente, aparte del placer que supone leer un libro, escuchar música o ver una película, por poner ejemplos de lo que me aporta a mí.
¿La cultura puede salvarnos de tanto despropósito que se están produciendo en la sociedad actual?
Por desgracia, no tiene la fuerza suficiente para salvarnos de tanto psicópata y genocida como los que están provocando guerras, exterminando a pueblos enteros y recortando libertades. La cultura siempre ha sido lo primero que se proponen eliminar estos sujetos (por llamarles de algún modo), aunque lo bueno es que, por mucho que se esfuercen, nunca conseguirán acabar con la cultura, ya que esta, al igual que el Ave Fénix, siempre renace de las cenizas.
¿Nos puedes decir algo sobre tus próximos proyectos?
Tengo una novela empezada pero aún está “en pañales” y, fiel a mi manía de no hablar de lo que llevo entre manos, de momento no puedo adelantar más.
«Lo que me llevó a escribir Los ecos del ayer fueron las historias que nos contaba mi suegra sobre su infancia y juventud en el campo manchego y los recuerdos de infancia de mi marido»
Carmen Santos (Valencia, 1958) es autora de varias novelas de gran éxito como Flor de arrabal, El sueño de las Antillas o Un jardín entre viñedos. Su voz literaria ha sido celebrada por crítica y lectores por igual. Los ecos del ayer es su octava novela y confirma su lugar como una de las grandes narradoras de la ficción contemporánea española.