No es extraño que Conan Doyle estuviese harto de su detective, pues provocó que apenas se prestara atención a todo el resto de su obra muy copiosa.
La casa Girdlestone es la primera novela larga salida de la pluma del que sería padre del rey de los detectives, Sir Arthur Conan Doyle. Aunque terminada de escribir en 1884, no se publicaría hasta 1890, cuando su autor ya había alcanzado cierta notoriedad con Estudio en escarlata en 1887, El misterio de Cloomber en 1888 y Micah Clarke en 1889. La casa Girdlestone es una novela dickensiana a la vez que una novela de aventuras con ciertas referencias autobiográficas. Los capítulos que se desarrollan en Escocia son una buena prueba de ello. Con notables influencias de obras de otro autores, como Charles Dickens, Anthony Trollope y, sobre todo de la novela de Sheridan Le Fanu, El tío Silas.
El resultado es una propuesta interesante y muy adecuada para estos tórridos días, además de una buena ocasión para que Conan Doyle allá donde esté esboce una sonrisa al ver que no solo se leen los casos de Sherlock Holmes.
Sobre el autor
Sir Arthur Conan Doyle (Edimburgo, 1859-Crowborough, 1930) es probablemente, junto con Rudyard Kipling, el más popular de los narradores del final de la era victoriana. El difícil secreto de la amenidad, de saber atrapar al lector con sólo unas cuantas pinceladas, lo dominaba por completo. Pero Conan Doyle no fue sólo un populoso cuentista, afortunado creador de paradigmas del misterio y la aventura como Sherlock Holmes y el profesor Challenger, fue también, aunque con menor éxito, un estupendo novelista de aventuras históricas ambientadas en la Edad Media o los tiempos napoleónicos.