
Durante el proceso de creación de El castillo de los pobres cuando Eduard entendió que, desde que era un niño, siempre había querido lo mismo, es decir, contar historias
Un joven da sus primeros pasos en la adultez, arrastrado por la inercia del entorno, y enseguida queda atrapado por una nueva clase de rutina que sustituye a la anterior. Como un tronco a la deriva, los desechos se acumulan a su alrededor hasta sepultarlo. Pese a ello, y a su ojo crítico, de algún modo se siente satisfecho al cumplir con las convenciones sociales. Sin embargo, con el paso de los años, esa sensación se vuelve en su contra y, asfixiado por una vida que se le antoja absurda, decide cambiar el sentido de su existencia. Luces, miradas e identidades anónimas dan forma a un retrato social de tonos apagados y márgenes sombríos, caricaturesco en su conjunto. El castillo de los pobres es, ante todo, una historia cotidiana, en la que el potencial transformador del ser humano no precisa de sucesos extraordinarios.
Sobre el autor
Eduard Millán Pradas (1990) nació en Osuna, en la Sierra Sur de Sevilla, la tierra de su madre, quien se desplazó hasta allí para estar acompañada de su familia durante los últimos meses del embarazo. Por aquel entonces, los padres de Eduard vivían en Calella, un pueblo turístico de la costa del Maresme. Fue en esa localidad de la provincia de Barcelona donde Eduard se crio. Estudió un grado con el que obtuvo el título de Técnico Superior en Integración Social. Sus primeros trabajos en dicho ámbito fueron con niños y adolescentes en riesgo de exclusión social, algunos de los cuales habían migrado solos. En esta etapa, recuperó su contacto con la escritura. Tras unos años en los que desfiló por diversos centros de acogida y otros servicios para jóvenes, pasó a trabajar con personas en situación de drogodependencia, en uno de los barrios más emblemáticos del Área Metropolitana de Barcelona: La Mina. El castillo de los pobres es su primera novela. En ella se recoge parte de sus experiencias personales, desde lo íntimo hasta lo profesional. Fue durante el proceso de creación de El castillo de los pobres cuando Eduard entendió que, desde que era un niño, siempre había querido lo mismo, es decir, contar historias.