Noche de Lluvia

«El enfado es como esa ráfaga de viento helado que juega con la lluvia mientras intentas protegerte con el paraguas. La decepción es otra cosa; es como un puñal que se clava por la espalda, y que te hiere de muerte». Como si de una oración se tratara, una y otra vez lo repetía en silencio Isabella, que luchaba por mantener el enorme paraguas rojo delante de la cara para protegerse del fuerte aguacero.  Embebida en sus pensamientos Isabella acelero el paso sin percatarse del compañero de viaje que se le había unido, un lindo gatito negro la seguía veloz sin perderle el paso, solo cuando se detuvo en un semáforo se percato de la bola de pelo negra que empapada la miraba con ojos expectantes. Con paso vacilante Isabella se acercó al minino, este lejos de asustarse comenzó a ronronear y a frotar su peluda cabeza en las botas de Isabella.  El semáforo se puso en verde, y de forma instintiva Isabella cogió el pequeño gatito y lo protegió de la lluvia abrazándolo contra su pecho; tras una rápida inspección comprobó que no llevaba collar, y lo delgado que estaba. Con paso firme cruzo el paso de peatones que la separaba de su casa, ya en la cera volvió al inspeccionar al minino y se percato que era un gato callejero; no sabía de donde había salido, ni desde cuando se había vuelto su compañero de viaje en aquella áciga noche, lo que tenía claro es que no podía dejar el indefenso gatito a la intemperie. 

Por Sandra Ovies Fernández

Con sus enormes ojos ámbar y acomodado en una manta junto al fuego de la chimenea, miraba a Isabella acurrucada en el sofá que con una profunda tristeza miraba como el fuego devoraba con suavidad los troncos de leña. Una sonrisa cargada de abatimiento fue la señal que necesito la bolita de pelo negro para subir ronroneando al regazo de Isabella y secar con una de sus patitas unas impertinentes lágrimas que resbalaban por las mejillas de su humana.—Gracias querido amigo— susurro Isabella al tiempo que acariciaba la peluda cabeza de su nuevo inquilino. En el momento que la decepción hace acto de presencia, volvió a reflexionar Isabella, nada vuelve a ser igual. Está claro que tenías razón, me he equivocado, no eres la persona mágica que creía. Adiós…y gracias por el aprendizaje.   

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